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lunes, 3 de agosto de 2015

MAXIMO BIENESTAR

ALERTA ANTE LA PERDIDA DE MINERALES EN LOS NIÑOS

Un niño de un año en comparación con los de su edad es más pequeño. Se muestra irritable, inapetente, toma mucha agua durante el día y por las noches no duerme muy bien. En la última consulta y luego de haberlo estudiado por dos meses, su pediatra diagnosticó que pierde minerales por la orina, lo que ha afectado su crecimiento.

Por estos días es frecuente escuchar que muchos niños y niñas son diagnosticados con disfunción tubular renal (ATR) o lo que se conoce como pérdida de minerales por la orina.


Para Víctor José Sanna, nefrólogo pediatra, no es una enfermedad de moda, ni indica que mamá durante el embarazo hizo o dejó de hacer algo. "Ahora se sigue un protocolo y por ello el diagnóstico es más efectivo. Además, contamos con una serie de medicamentos para tratarlo que hace 20 años no existían", indicó.

Esta condición se da cuando los riñones están inmaduros y no regulan apropiadamente las cantidades de minerales, nutrientes o proteínas. La disfunción tubular renal representa 40 por ciento de la causa frecuente en la consulta de nefrología pediátrica.

Según el especialista cuando un niño o niña tiene comprometida su ganancia de peso y crecimiento, antes de los cuatro años de edad, obedece a: Trastornos en el equilibrio de los minerales o a un insuficiente aporte de nutrientes. "Si la alimentación está bien, el pediatra comienza a estudiar la función renal, y debe referir entonces al especialista.

¿Cómo se pierden los minerales?
La unidad funcional del riñón es la nefrona que se encuentra dividida en dos segmentos denominados glomérulos -filtran la sangre- y túbulos -reabsorben minerales-. Los túbulos tienen dos partes, un túbulo proximal que se encarga de absorber el calcio, fósforo, potasio, bicarbonato, aminoácidos, sodio y magnesio, y el túbulo distal que se encarga de absorber calcio, ácido úrico y agua. Cuando hay problemas en la función de los túbulos se pierden minerales y/o aminoácidos.

Para cada mineral existe una disfunción tubular renal específica. A la pérdida de calcio, se le conoce como hipercalciuria y representa 50 por ciento de los casos de la consulta por disfunción tubular, a la pérdida de bicarbonato como acidosis tubular renal y la de ácido úrico hiperuricosuria.

"Cuando un niño en una etapa de crecimiento constante pierde mineral, se consumirá sus propias reservas lo que incidirá en su talla y peso", explicó el doctor Sanna.

Señales

Hay algunos signos a los que el pediatra y los padres deben estar alertas para un diagnóstico a tiempo.
El exceso o poco líquido amniótico o retraso en el crecimiento intrauterino son indicios de algún problema. Estas señales antes del nacimiento pueden indicar que los riñones no están funcionando del todo bien y será el obstetra o el perinatólogo quienes diagnostiquen o sospechen los trastornos renales.
  • Prematuridad y bajo peso al nacer.
  • Inapetencia. Por lo general, la pérdida de bicarbonato disminuye la acidez en la sangre y en consecuencia el apetito, por falta de estimulación del hipotálamo en el cerebro.
  • Es irritable y sin ánimos de hacer nada (en ciertos caso)
  • Tiene mucha sed y toma mucho líquido (polidipsia).
  • Orina mucho (poliuria).
  • Vómitos, reflujos o buches frecuentes.
  • Infecciones urinarias. Cuando hay pérdida de minerales o de algunas proteínas disminuyen los elementos protectores de las vías urinarias. Se pueden producir pequeños cristales de minerales que irritan las vías urinarias y esto facilita que las bacterias migren hacia allí y se produzcan las infecciones.
  • Raquitismo. Los huesos al no tener suficientes minerales puede producir malformaciones en los huesos o trastornos al caminar por falta de fuerza o tono muscular.
  • Dolores óseos. Los huesos generalmente crecen de noche y cuando ocurre hay migración hormonal y de ciertas sustancias a los huesos para estimular el crecimiento. Si no hay la cantidad apropiada de minerales ocurre una inflación en la matriz ósea y en la membrana que recubre el hueso provocando dolores nocturnos.
  • Cálculos o litiasis en las vías urinarias o dentro del riñón.
  • Trastornos del sueño debido a la acidosis de la sangre que altera el centro regulador del sueño ubicado en el hipotálamo.

El diagnóstico de los trastornos tubulares renales generalmente lo hace el pediatra. Si un niño o niña tiene un control pediátrico regular se detectará casi al comienzo. Son muy pocos los diagnósticos tardíos.

El pediatra al presentarse uno o dos signos de los antes mencionados durante dos meses consecutivos está en la obligación de estudiar a profundidad y referirlo al especialista.


Exámenes
Los exámenes básicos que solicita el pediatra o nefrólogo están vinculados a las dos grandes funciones de los riñones: Filtración y mantenimiento del equilibrio de los minerales.
Por ello, entre los exámenes de sangre están: Hematología completa, urea, creatinina, calcio, fósforo, ácido úrico, gases venosos y electrolitos séricos (sodio, potasio y claro). Además, se toman muestras de orina, una general y orinas parciales para medir calcio, ácido úrico, sodio, potasio y cloro.

Tratamiento
De 100 niños que reciben tratamiento a los seis meses, 5 por ciento no presenta más síntomas, 90 por ciento tarda entre dos y dos años y medio para curarse y menos del 5 por ciento restante debe seguir un tratamiento más largo, porque posiblemente presente un trastorno tubular más complejo.
El tratamiento varía de acuerdo a cada trastorno tubular. Sin embargo, se basa en tres elementos:
  • Nutrición adecuada y balanceada: Aporte de proteínas, carbohidratos y grasas en equilibrio para que el niño o niña aproveche esos nutrientes y pueda aumentar de tamaño una vez que se corrija el problema renal.
  • Alimentación sana: Debe evitar consumir alimentos enlatados, embutidos (jamón, mortadela, salchichas, salchichón, tocinetas, chuletas ahumadas, etc.), chucherías (dulces y saladas), cereales refinados (cereal en hojuelas), salsas envasadas (mayonesa, ketchup, inglesa, soya, ajo, picante), queso amarillo fundido, gaseosas, bebidas energizantes, bebidas instantáneas, jugos envasados, aguas saborizadas, alimentos deshidratados (sopas en sobre o sabroseadores) y adobo, la idea es evitar el exceso de sal, colorantes y preservantes.

Refiere el especialista que los refrescos negros tienen ácido fosfórico y una vez que entra al organismo saca calcio de los huesos y los otros refrescos suelen tener colorantes y exceso de sodio.

Por otro lado, los cereales en hojuelas tienen mucho sodio, una taza con leche puede tener entre 500 a 600 miligramos que para un niño de dos años representa la mitad de lo que puede consumir de sal en el día. El exceso de sal debe ser eliminado por la orina y al dejar escapar mucho se da una saturación, esto hace que se eliminen otros minerales como el calcio, potasio y bicarbonato. También causa la cristalización de los referidos minerales y en consecuencia se puedan producir infecciones y cálculos renales.


Medicamentos: Se recetan para ayudar a madurar y mejorar la función tubular. Entre los más utilizados están los alcalinizantes orales como el citrato, el cual aporta hasta 15 por ciento de la energía que requieren los riñones para funcionar. Además, pueden recetarse diuréticos y algunas vitaminas.

Fuente: radiomundial.com.ve

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